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Las ventajas de ducharse con agua fría.

16 julio 2013

Ya hace casi un par de meses que se me estropeó la caldera de agua caliente (que es individual) y, por h o por b, aunque he dado aviso, aún no han venido a arreglármela.


Por eso, y no por una voluntad de ahorro económico (las víboras y malas lenguas pensarán que sí y que qué imbécil, que ahorre en otras cosas: ¡perras!) ni por seguir los consejos de Arias Cañete (para el público extranjero les aclaro quién es: un ministro español de estos que da vergüenza tener y a madre parir que recomienda pública e impúdicamente al pueblo español, sumido en la peor crisis económica, que ahorremos dinero duchándonos con agua fría y comiendo alimentos caducados)... digo, que por eso y simplemente por eso he tenido que prescindir del agua caliente y ducharme (y lavar ropa y platos, claro) con agua fría.

Y por eso, sorprendentemente, he descubierto una serie de cosas que hoy comparto con vosotros. Porque contra todo pronóstico, y tras superar el cabreo inicial, me quedo con el agua fría.


Cabreo inicial

La ropa se lava bien con agua fría, no hace falta la caliente. Los detergentes de hoy en día lavan bien en agua fría. Y no uso nada especial, sino uno de marca blanca (de aroma de jabón de marsella, mmm!). Claro está que se trata de ropa de una persona adulta: sudor y poco más. La ropa de los niños seguramente sí necesitaría agua caliente.

Antes fregaba los suelos con lejía y agua caliente. Ahora con lejía y agua fría. Y ¿adivináis qué? Si se usa lejía hay que usar siempre agua fría y no caliente, porque si no la lejía pierde su poder desinfectante. No os lo sé explicar porque no soy química, pero investigando por internet lo descubrí. Así que ahora mi casita está más desinfectada que antes y yo sin saberlo.

Me obligo a lavar los platos y los cacharros después de comer. Antes, es lo que tiene vivir sola, pasaba de lavar los platos hasta que el fregadero rebosaba. Sólo entonces, armada de fregaplatos y agua caliente, fregaba la vajilla. Claro, después de un tiempo cuesta más sacar los restos de tomate y grasa y el agua caliente se hace imprescindible. Ahora no puedo hacer eso, sino que tengo que fregarlos según los ensucio. Esto hace que mi cocina esté más limpia y ordenada.

Me viene bien para la pesadez de piernas. En invierno puedo subir y bajar escaleras como si nada, pero en verano voy arrastrándome. Las noto pesadas e hinchadas, es levantarme por la mañana y notar ya un constante hormigueo por las piernas. Cosa de la circulación. El agua fría me alivia bastante la sensación de pesadez.

Ahorro de tiempo importante. En mi día a día no hay nada más preciado que el tiempo. Me levanto a las 7.30, estudio un poco o repito la lección estudiada el día anterior para fijarla en la mente, desayuno y me preparo, salgo de casa a las 9.30 y vuelvo a las 23.15, momento que aprovecho para las tareas del hogar, cocinar y dedicarme un ratito a mí misma antes de caer rendida en la cama. Pues bien: como es lógico, las duchas con agua fría son mucho más cortas que las de agua caliente. En cinco minutos de reloj estoy duchada y vestida. Alucinante. Esto significa que libero al día 10 minutos por la mañana y otros 10 por la noche, 20 benditos minutos al día. Y diréis que qué tontería, ¿no? Pues no, porque esos son los minutos que empleo para buscar un empleo mejor. Los paso tumbada en la cama revisando Infojobs y Linkedin en el móvil, las primeras ofertas del día. Esos minutos valen su peso en oro, nunca mejor dicho porque sí que tienen, tendrán, un valor económico, de realización personal, de calidad de vida y de avanzar, no de retroceder en la vida.

Pero vamos al momento ducha. El primer contacto con el agua fría impresiona, por supuesto. Empiezo por los pies y subo hacia arriba. Realmente la impresión viene al entrar la barriga y la espalda en contacto con el agua fría. Corto el agua, me enjabono y ya sí el aclarado no me impresiona nada. Esa impresión inicial es un subidón de adrenalina, te despiertas del todo y te activas, es un chute de cafeína. Me río del Red Bull.

Por supuesto una no puede estar ahí dudando, quedándose mil horas en la ducha con la mano puesta sobre el mando del agua, sin acabar de decidirse. Ya es ¡YA!. Y esto de alguna forma educa la disciplina personal para otro tipo de cosas que sabes que las tienes que hacer pero las pospones. Ya es ¡YA!.

La parte complicada es lavarse el pelo, porque yo lo tengo largo y se tarda bastante en aclararlo. Suelo acabar de aclararlo con la cabeza boca abajo. Esa es la única desventaja que le veo a esto de ducharse con agua fría. Sin embargo, he visto que lavándome con agua fría el pelo tiene como más brillo :D

Duermo mejor tras una ducha fría, al menos ahora en verano. Hace tiempo vi un documental que explicaba que se duerme mejor tras una ducha caliente pero no porque el cuerpo se quede calentito sino porque tras la ducha caliente el cuerpo se obliga a bajar unos grados la temperatura, y es esa bajada de grados la que es requerida por el organismo para dormirnos. Pues bien, con una ducha fría ya nos bajamos la temperatura, ¡jajaja! Es el efecto que produce en mí, porque por otro lado sé que el calor relaja y el frío activa. Pero qué queréis que os diga, a mí la ducha en sí me activa pero después duermo mejor.

Por supuesto, estas ventajas se las veo porque es verano y no padezco del corazón (al menos no del físico). No creo que en invierno sea yo tan valiente ni esto tan recomendable. Y lo mismo para la gente que sufre de algún problema de patata. 

Y por último quisiera comentar el tema del ahorro económico, que viene por varias vías:
  • Ahorro de agua: porque la ducha dura menos tiempo y porque la corto para enjabonarme.
  • Ahorro de electricidad/gas: es la parte más dolorosa de mis facturas de suministros del hogar. He leído que el agua caliente supone el 26% del gasto eléctrico. Aún no me ha llegado la nueva factura (que tampoco es representativa, ya que es bimensual y en este tiempo he estado fuera unos días días por trabajo), pero si lo que he leído en la web es cierto en mi caso supondría un ahorro de 13 euros al mes, que al año son 156 euros, lo cual supone exactamente costearme toda la facturación de agua anual de mi hogar, hacerme 8 compras semanales o bien darme un caprichazo. Y lo mismo teniendo un mejor curro, dicho sea de paso.

En resúmen, en mi caso todo son ventajas.

Desde aquí mi repulsa más profunda a Arias Cañete. Porque en este país yo soy una afortunada a la que le ha dado por ducharse con agua fría, primero por obligación impuesta por la caldera y luego por opción personal. Pero hay mucha gente que se ducha con agua fría por darle un plato caliente a sus hijos. Y eso merece un respeto profundísimo y un asco sincero hacia los personajes que dan consejos sobre ahorro desde sus mesas ministeriales de madera de ébano. 

Y no digo cuál es el ministro que pidió para su despacho una mesa de ébano a pesar de estar el país en crisis pero tía Maruja lo sabe y un día encontrará su lanzallamas, ese que tenía y ha perdido, y todo será fuego y destrucción y ya me lío, que yo venía a hablar de mi libro.

¡Besos marujiles!
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